Entrevista en el periódico HOY Extremadura



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El extremeño que destapa los secretos de Atapuerca

Mª ÁNGELES FERNÁNDEZ
BOHONALDE IBOR.

Era viernes el día que le cambió la vida. Era 30 de mayo de 1997 el día que decidió que la Paleontología sería su camino y su meta. Aquella jornada, Mario Modesto Mata leyó por primera vez el nombre de Atapuerca. El ya extinto Diario 16 publicaba una información sobre el yacimiento de Burgos y él aún conserva los recortes. La decisión que tomó con 11 años ya no tiene vuelta atrás.

Tras estudiar Biología con la especialidad de Zoología en Madrid y realizar un máster en Arqueología del Cuaternario en Cataluña, este investigador está dando los últimos retazos a su tesis doctoral en Burgos, en Atapuerca, donde excava todos los veranos desde hace 16 años.

Nacido en Navalmoral de la Mata y criado en Madrid, Mario vivió sus tres primeros años en Bohonal de Ibor, donde está ubicada parte de su familia paterna y donde pasó también gran parte de su infancia y adolescencia. Decenas de fines de semana, fiestas, vacaciones, puentes o escapadas hacen que su acento extremeño reluzca cuando en la conversación participa alguien de su tierra.

«Tengo la fortuna de hacer investigación sobre lo que me gusta y en mi país»

Mario Modesto Mata

«Los fósiles que yo vi ese día en el periódico en el año 97 son los que he estudiado para mi tesis doctoral. Es una satisfacción absoluta dedicarme a esto. Atapuerca es un yacimiento excepcional, transciende las fronteras nacionales y de información: contiene uno de los mejores registros fósiles del mundo en el último millón de años. Y casualmente está en Burgos y, siendo de Cáceres, pues es al lado de casa», explica con entusiasmo, con una sonrisa y con acento poco habitual por las tierras burgalesas donde se realiza la entrevista y donde ha desarrollado gran parte de sus investigaciones, que también le han llevado a realizar estancias en Londres, Pekín y Nueva York.

La pasión con la que habla hace que no escatime en detalles, que las respuestas sean largas y precisas, aunque también hay espacio para el silencio. Parece que se trata de crear expectación e interés. ¿En qué está trabajando ahora? «Mis investigaciones están en curso y no puedo desvelar nada porque estoy en fase de publicación en una revista importante», adelanta, al tiempo que lamenta lo difícil que es dedicarse a la investigación científica en España.

Está especializado en los restos de las piezas dentales de los hombres y mujeres que vivieron hace un millón de años. «Son muy interesantes porque son considerados como las cajas negras en el ámbito evolutivo. Un diente permite saber cómo era el desarrollo de los homínidos de aquel momento, cómo era su dieta, sus desplazamientos y otros detalles».

Y vuelve a las comparaciones para acercar la complejidad de su investigación: la histología del esmalte y de la dentina. «Si cortamos un árbol podemos ver los anillos de crecimiento y saber la edad del árbol. En los dientes pasa algo idéntico, pero el tiempo entre esos ‘anillos’ no es anual, sino diario». Y continúa: «Los Austropolopithecus son adultos a los 10 años y nosotros, Homo sapiens, desde el punto de vista biológico somos adultos entre los 18 y los 20 años. ¿Cómo se ha producido ese incremento? Los dientes son la clave. Y Atapuerca puede rellenar ese hueco que existe y que aún no se conoce».

Para ello está trabajando con un microscopio desarrollado en Nueva York y del que solo existen dos en el mundo, llamado PCSOM, y que ha pasado temporadas en Burgos.

Primeros pobladores

En sus 16 años de excavaciones, Mario Modesto ha estado en yacimientos de toda la península. Forma parte del equipo de investigación Primeros pobladores de Extremadura y, aparte de la conocida cueva Maltravieso, también ha excavado en la de Santa Ana y El Conejar, en Cáceres, así como en yacimientos de Malpartida de Cáceres. «Santa Ana es muy interesante porque tiene una gran cantidad, en número y calidad, de bifaces, que son piedras de lágrimas, perfectamente manufacturadas, con una talla extraordinaria y unos materiales raros para el resto de la península, como el cuarzo. Hacer bifaces en cuarzo requiere una técnica muy depurada», explica. Y aunque no hay fósiles humanos, sí hay restos de hienas y cráneos de osos, «que son espectaculares».

A punto de entregar su tesis, Modesto no tiene claro su futuro, aunque no duda que seguirá en la senda que comenzó en 1997. ¿Dónde? Eso es complicado de determinar: «Se me acaba el contrato a final de este año y luego habrá que ver dónde puedo pedir becas, contratos… Si en España o en el extranjero». Por ahora, se siente un privilegiado por poder hacer lo que le apasiona, aunque eso sí, en condiciones precarias: «Tengo la fortuna de hacer investigación sobre lo que me gusta y en mi país. He visto a muchos compañeros intentarlo y han caído. Es muy fácil formar a la gente y que luego no haya un sistema para incluirla en el tejido industrial y científico. Y eso es dinero derrochado porque no van a poder investigar y devolver su energía y trabajo», finaliza.

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